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Natasha, Alessandro y Alessandro Jr.

 In matrona, parto en casa, Testimonios
DECIDIR PARIR EN CASA EL ÚLTIMO DÍA
Uno de los grandes miedos que todas las embarazadas podemos tener es no poder parir donde hemos planificado, pero la vida muchas veces nos regala oportunidades, y así lo vivió Natasha, supo convertir una tragedia en un regalo del cielo, recibiendo a su hijo en el calor de su casa. Una noche que recordaremos todos sin duda.

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parto en casa

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parto en casa

Me llamo Natasha, tengo 27 años y parí en mi casa con Gemma y Agatha. Para mi, vosotras sois mis diosas y siempre estaréis en mi corazón, en el de mi hijo y su papá.

El embarazo fue para mi, emocionalmente duro, pues no buscaba un hijo para nada, llevaba poco tiempo con mi pareja y tenía muchos pájaros en la cabeza. Pero  la forma en que quedé embarazada, era una señal, para mi, el destino quería que nacieses, y yo también, aunque no lo sabía aun.

El 22 de agosto nos fuimos a relajarnos unos días a la playa, yo salía de cuentas el 2 de septiembre, pero sabía que se me iba adelantar, pues las sensaciones en mi tripa eran diferentes, yo creo que toda mujer conectada con su cuerpo lo intuye.

El dia 23, después de un día extraño, y de mucho dormir y descansar, me sentía más agotada que nunca, cada paso me costaba y solo estaba a gusto en el agua, casi me duermo mientras cenaba y, por la noche, antes de acostarme fui al baño y descubrí unas gotas de sangre. Me alarmé, sabía que era el principio, aunque no tenía ni una contracción. Me acosté, intenté dormir, aunque estaba en duerme-vela. A las 4  de la mañana me desperté al sentir que me había orinado encima, efectivamente, había roto las aguas. Eran muy limpias, así que no me asusté demasiado, había estado esperando 9 meses ese momento. Ya no pude dormir a penas.

A la mañana siguiente me puse en contacto con mi ginecólogo para acudir allí, pues vivo a una hora de donde  se supone iba parir, pero mi ginecólogo me dejó en el último momento, me dijo que no me podía atender porqué no había pediatra en el hospital en ese momento, pero ese es un capítulo demasiado amargo con el que no quiero empañar este finalmente, dulce relato, además soy de las que piensa que todo ocurre por una razón, y la razón era que yo no debía parir allí. Al menos tubo el detalle de mandarme una matrona para que me acompañara a otro hospital, pero yo ya estaba desanimada y asustada, no conocía otro hospital y había hecho mi seguimiento en ese hospital, buscando un parto lo más respetado posible. Así que Gemma se puso en contacto conmigo, para mi fue como si se apareciera un ángel, pues me transmitió mucha seguridad y dulzura. Y después de una tarde de calor asfixiante, estresante, buscando soluciones y un lugar idóneo para mi donde parir, decidí traer a mi hijo al mundo, en casa, en mi casa, una elección muy acertada y que desde entonces  me ha llenado de fuerza y valor.

Al llegar por fin a casa, a las 8 de la tarde, recé para poder dormir, pues estaba agotada y necesitaba fuerzas para el parto, sabía que las contracciones iban a empezar en cualquier momento. Efectivamente, me sorprendió la primera contracción y ya no pude descansar. Las primeras contracciones eran soportables, aunque para mi fueron intensas desde el principio. Empecé a vomitar mucho y el día de antes evacué sin parar, el cuerpo se preparaba para lo que venía. Fui llamando a Gemma para contarle como me sentía, todavía no tenía claro si ir al hospital con ella, una vez la dilatación avanzada o quedarme en casa y finalmente escuché a mi cuerpo y a mi pequeño que de alguna manera me dijo: aquí estamos a salvo, así que Gemma llegó en seguida.

Yo estaba un poco asustada, pues fue una decisión de última hora y no me había dado tiempo a pensar demasiado, pero me sentía muy apoyada por Alessandro, mi pareja, mi hermana que también nos acompañaba, y Gemma. Soy bastante expresiva, y mis contracciones las llevé de igual modo: gritaba mucho y sentía como si me opusiera al dolor, entonces Gemma me dijo que respirara hondo y suavemente, como si fuese un globo que se iba deshinchando, dejando que la intensidad atravesara todo mi cuerpo. A pesar de lo que pude imaginar, nada se compara a lo que sientes en ese momento. El dolor me sorprendió, pero perdí el miedo, solo quería gritar y que llegara el momento. Fui cambiando de lugar y posturas, me iba muy bien estar a cuatro patas, sentada en el retrete, también estuve en la bañera, que me ayudó mucho a dilatar, a oscuras, con mis velitas y mi concentración, descansando y preparándome entre contracción y contracción para la siguiente, aunque fueron sucediéndose sin parar y a penas tenía tiempo ni de sentir miedo.

El calor era increíble, debí beberme litros enteros de agua y zumos, recuerdo una sed espantosa y si no llego a beber lo que bebí siento que me habrían faltado las fuerzas, un detalle que en el hospital no me hubiesen permitido, entre muchos otros. Agradecí tanto estar en casa..
El tiempo pasaba curiosamente rápido. Al principio estaba mejor con mi pareja, que me acompañó en todo momento, con mi hermana, que me transmitía mucha tranquilidad y con Gemma, que me miraba con esa comprensión y sabiduría. Luego llegó Agatha, que con su acento francés me llenaba de cariño y aun me sentía más fuerte y más segura. A momentos prefería estar sola. Ellas parecían adivinar cuando yo las quería a mi lado y cuando necesitaba estar sola. Y es que para mí, el parto es cosa de mujeres.

Sobre las 2 de la mañana recuerdo como me alegré cuando me dijeron que ya estaba en dilatación completa. Me sentía tan orgullosa de mi cuerpo…Entonces estaba muy cansada y me tumbé en mi cama, pero esa postura no me ayudaba. Yo me había prometido siempre que no pariría así, pues iba contra la gravedad y era mucho más fácil de esgarrarme. Mi pareja, que lo sabía me invitó a ponerme en cuclillas y aunque ya no podía ni hablar, se lo agradecí. Estaba agotada, pero entre todos me llenaron de fuerza: Alessandro me agarraba por atrás, sentado en la cama, por debajo de los brazos, yo en el suelo encima de unos cojines y mi hermana y mis matronas me apretaban fuerte de las manos. Y cuando ya pensaba que no podía más un empujón, y otro y otro.

Hubo un momento que me desanimé y pensé que no iba ser capaz, entonces Gemma me puso la mano sobre la cabeza de mi hijo y me dije: es cierto, está ahí, esperándome y yo a él, somos un equipo y ahora voy a empujar como una salvaje, y volvía a llenarme de valor. Cada vez sentía más presión en mi periné y el bebé no nacía, aunque recuerdo el latir de su corazón, que lo auscultaban muy a menudo y recuerdo como Agatha dijo: está hecho un toro! Entonces yo me llenaba de fuerza y orgullo y volvía a empujar con todas mis fuerzas, unas fuerzas que me sorprendían a mi misma en cada pujo, pues siempre tenía la certeza (equivocada) de que aquel era el último pujo que yo era capaz de dar. Es increíble la naturaleza lo mágica que es, y la fuerza que nosotras, las mujeres, tenemos, tanto física como espiritual.

Alessandro junior nació a las 4.40 de la madrugada, envuelto en su cordoncito como si saliese de una espiral, recuerdo ese último empujón y como salió de mi con la ayuda de Gemma. Pesó 3 quilos y medio, estaba sano y fuerte, en seguida se puso a mamar y sobre todo recuerdo sus ojos: me lo pusieron sobre mi y él me miró fijamente como si me hubiese estado esperando todo ese tiempo y como si yo fuese lo más grande y maravilloso que él tenía. Esa mirada nunca la olvidaré. La placenta nació inmediatamente después, ante mi mirada atónita: todo eso dentro de mi, el bebé, la bolsa, la placenta..Lo envolvieron y limpiaron suavemente, bajo la luz tenue y relajante de nuestra lámpara de sal. Su papá cortó el cordón cuando dejó de latir y nos fuimos a la cama los 3 juntos, con una sensación máxima de plenitud, relajación y felicidad, mientras fuera amanecía un nuevo día. Para completar mi felicidad no me desgarré apenas así que no fue necesario ni coserme siquiera. No pude dormir en todo el día, ni los dos siguientes, la emoción inundaba mi cuerpo y mi alma. Me sentí renacer, como si fuese una persona renovada. Fue un parto precioso y sobre todo “nuestro”, el mejor regalo que pienso le puedo haber hecho a mi hijo para comenzar su vida en el mundo terrenal.

Gracias chicas, sois tan grandes.

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