María, Jose, Silene y Pau
Hola soy María, mamá de Silene y Pau. Los 2 han nacido desde el amor, con mucho respeto y a su ritmo. Silene nació en Acuario, cuando todavía atendían partos, y Pau en casa, aunque no en la nuestra. Ahora os iré contando…
Cuando me quedé embarazada de Pau nos asaltó la incógnita de donde parir. Teníamos casi claro que no íbamos a ir a un hospital convencional, no me gusta ser un número más de su inmensa clientela y protocolos. Queríamos hacerlo en casa, pero vivimos a más de 30 minutos de un hospital y nos daba inseguridad. Hacia los 6 meses de embarazo, por fin me decidí a llamar a Gema y Marta, pensando que me acompañaran en la dilatación y me acompañasen a un hospital. Tras un cara a cara con Marta tuvimos la solución, alquilaríamos una casita más cerca del hospital. Podría parir como en casa y, si fuera necesario, contábamos con el plan B del hospital.
A partir de ahí, tenía contacto con ellas y les iba informando cada avance en mi embarazo.
Cómo era un segundo parto ya me habían avisado que quizá tendría falsas alarmas (es posible que estés varios días/noches con contracciones fuertes durante unas horas y de repente se calme todo). Y así fue, una noche empecé a sentir más presión en la zona pélvica y alguna contracción suave, después pasé otra noche sin notar nada, pero las siguientes noches fueron más movidas: contracciones más fuertes y bastante seguidas cada 4-5 minutos durante unas horas, pero al llegar el día mi cuerpo se calmaba, la oxitocina se relajaba.
Y llegó la madrugada del sábado a domingo ¡Carnaval! Llevaba semanas diciendo que esa era la única noche que no quería ponerme de parto, por si encontrábamos algún accidente en la carretera… En casa, Silene dormía plácidamente y Jose hacía 1 hora que se había acostado, después de preguntarme si sentía algo. Como durante la tarde me había venido alguna contracción esporádica, le dije que descansara. Y de repente, empecé a sentir contracciones super cañeras, largas y dolorosas, hacia la 1 de la madrugada. No quería obsesionarme con el reloj, pero después de lo que me parecieron muchas contracciones lo miré y sólo habían pasado 30 minutos, me venían cada 2 minutos y empezaba a sentirme fuera de mí. Llamé a Marta (que era la que vivía más cerca de la casita alquilada) con una paz desbordante, me dijo “ves viniéndote para acá y ya vamos viendo”. Se me grabaron esas palabras en el cerebro. Mientras desperté a Jose, se vestía, esperábamos a que sus padres vinieran a casa a quedarse con Silene… temía no llegar allí y, entonces, escuchaba la vocecita de Marta “ves viniéndote” “vamos viendo”… y yo pensaba ”me da tiempo a llegar, aguanta”.
El trayecto en coche, 30 minutos de suplicio menos por esa vocecilla en mi cabeza… “Aguanta que llegas”. Mareando a Jose con mis comentarios “corre, corre”, de repente una contracción ”no corras, ves despacio”, pasaba la contracción “correeeee”.
Y sí llegué, y fue todo muy rápido, me cogía fuerte a 2 sillas y apoyaba la cabeza en una mesa para soportar las contracciones. Me parecía ver 2 sombras preparando todo, Marta y Gema, con mucho sigilo. Estaban cerca, aunque no siempre las veía porque nos dejaban nuestra intimidad. Y también Jose, haciendo lo que yo necesitaba: poniendo mi música de yoga, trayéndome agua, un cojín, mirando la calefacción…
Acabó de llenarse la bañera, entré y… ¡Joder! Sentí un movimiento brusco en la zona pélvica, Pau se encajó de golpe en el canal del parto. Pero el agua me hizo sentir bien tan pronto, la tensión que habían acumulado mis músculos durante 2 horas, desapareció en unos segundos. Dejé que el agua abrazara mi cuerpo y me puse cómoda. Vino otra contracción, tan fuerte que pensé “ya está bien, no me apetece padecer, voy a decirles que no puedo, que me lleven al hospital y me hagan la cesárea”. Entonces recordé un vídeo de preparación al parto, donde Marta explica que cuando estamos cerca del expulsivo, muchas mujeres tenemos pensamientos drásticos cómo que no somos capaces, es imposible, nos vamos a romper… y es otra señal más de que nuestro bebé ya está muy cerca. Así que, de repente, me puse muy feliz, supe que no faltaba mucho para abrazar a Pau. Y pensando en él, vino la siguiente contracción y Pau sacó su cabeza. Eso me empoderó y en la siguiente salió todo su cuerpo, Marta me lo pasó y ya sólo tuve ojos para mirarlo a él.
Al cabo de un rato pude apreciar aún más la magia del momento. Estábamos solos Jose, Pau y yo, en un salón acogedor, la luz ténue, música suave… No había nadie para robarnos la intimidad de algo tan maravilloso: la primera cita con nuestro hijo.
Marta y Gema aparecieron de nuevo cuando la placenta quiso salir. Entonces pude apreciar más la facilidad que tienen para preparar todo sin que te enteres, para aparecer en el momento que necesitas su presencia y para desaparecer cuando no las necesitas. Nos hicieron sentir como en casa.
Y además del parto maravilloso, estuvimos encantados con las visitas posteriores para ver que todo iba bien y con el asesoramiento vía móvil de cualquier duda que surgía.
¡Qué más se puede pedir!
MUCHÍSIMAS GRACIAS POR VUESTRA LABOR, ¡¡¡OS QUEREMOS!!!