Arantza, Jaime, Iyan y Sira
Programamos la dilatación en casa y el expulsivo en el hospital pero Sira decidió nacer en casa. Relato de un feliz parto super rápido.
Un día mi hijo de 3 años me dijo: “mamá tú tienes un bebé en la barriga”. Yo pensé “qué cabroncete este niño, que estoy un poco gordita y mira lo que me dice” Y al final resultó que era verdad… ¡Sira estaba en camino!
Lo preparamos todo: el Hospital de Manises para dar a luz, un hospital respetuoso, con epidural y entonox, donde había nacido mi hijo mayor. Contratamos una matrona maravillosa, Gemma Méndez, para que nos acompañara las últimas semanas y sobre todo en la dilatación. Y tenía una matrona de reserva por si ella estuviera en otro parto. Yo me había comprado un camisón muy bonito, teníamos el coche aparcado a la puerta, la maleta preparada, pero…
Sira nació en casa
Fue una aventura, nos regaló un nacimiento especial, íntimo y familiar. Desde entonces, la buhardilla de nuestra casa es un lugar mágico e inolvidable.
El embarazo fue normal y estupendo: calor en verano, las hormonas manteniéndote entre feliz (casi siempre) y sensible o histérica por momentos, y poco a poco con más barriga.
Trabajé a turnos hasta la semana 35 y en horario de oficina hasta el último día. No me parece normal, pero la ley te da baja por enfermedad, no por estar embarazada. Aún así no me importó, me gusta estar activa, pero… ¡Ay si se embarazaran los hombres! me pregunto qué pasaría…
Durante el embarazo, además de rodearte de buenos profesionales, hay momentos épicos donde necesitas: mucha información (gracias Gemma), una buena pareja que te apoye (gracias Jaime), confiar mucho en ti y sobre todo mucha mano izquierda.
1)”No gracias no vamos a averigüar si tengo diabetes gestacional con un subidón de azúcar artificial” Hay alternativas, y negociando, conseguimos sustituir el test O’Sullivan por un control a base de glucómetro durante una semana.
2) “Huy, la niña se ha descolocado. Si además tienes antecedentes de colestasis no te hago la prueba del estreptococo porque seguro que acabas en cesárea” nos dice una gine de Manises en una eco. Debía tener el día optimista. “¿Pero no dicen que el segundo puede colocarse hasta el último día? Aún me faltan varias semanas!” Sí sí confías en ti,pero…Ante la duda, vete a un profesional que confíe en ti de verdad: Enrique Lebrero “Pues aquí la niña se ve colocada, pero mejor no vayas al cine ni conciertos, la cadera amplifica el sonido y le molesta. Yo te hago la prueba del estreptococo. Tranquila con la colestasis, de momento los niveles están dentro de límites. Lo estás haciendo bien” Eso es lo que quieres oir, no que te vaticinen el fin del mundo. ¡Mil gracias Enrique por confiar en mí!
3) “Las transaminasas están altas aunque no se pasan. Toma ursochol y provocaremos el parto en la semana 38 por protocolo”nos dice el gine privado. Mantuvimos la colestasis a raya, pero…“Estás muy verde, te voy a separar las membranas y mañana ingresas para inducción” nos dicen en Manises el día antes de la fecha prevista para el parto…-NOOO GRACIAS! (Juntando las piernas) No me separes nada por favor! Y el test de Bishop… ¿qué dice para la inducción…? Mano izquierda, información y conseguimos prórroga!
Esa misma noche, mientras oíamos llover, Sira decidió que era el momento.
Cuando rompí aguas a las 00’30h avisamos a Gemma, la matrona. Ella estaba en otro parto, pero nos dijo que ya le veían la cabeza al bebé. Le daba tiempo a acabar ese parto, y venir con nosotros.
Mientras, yo subí a la buhardilla, mi lugar especial para lidiar con las contracciones antes de ir al hospital. Fui poniéndome cómoda, haciéndome a la idea, poniéndome en situación. A las 2,30 empezaron las contracciones. Jaime, tumbado en la cama, iba retransmitiendo todos los detalles al grupo de WhatsApp de las matronas, y Gemma, nos iba dando apoyo y consejos, guiándonos,tranquilizándonos. Estábamos muy relajados. Jaime incluso se bajó una aplicación para contar la duración y frecuencia de las contracciones.
Yo iba buscando alguna postura más cómoda, en la cama imposible, en la pelota al principio, la bañera no me apetecía, apoyada contra la pared… Las contracciones iban poco a poco, al principio suaves Jaime iba controlando los tiempos con la aplicación y les iba mandando pantallazos para que tuvieran toda la información. Yo sólo pensaba en sentir, moverme, respirar…
Estábamos tranquilos y relajados, cada uno con su función: Jaime contando las contracciones y algún chiste sobre partos, y transmitiendo la información al grupo; Gemma apoyándonos; y yo bebiendo agua, moviendo las caderas, soplando, sintiendo como poco a poco Sira iba buscando su sitio.
Las contracciones se fueron haciendo más intensas según pasaba el tiempo y Gemma nos dijo que avisáramos cuando quisiéramos que vinieran. A mí ya no me valía con soplar, necesitaba gritar, gritar mucho con la A para ayudar a Sira y nos pareció que ya la necesitábamos, que habría que ir yendo al hospital, pero mejor nos lo decía ella, porque realmente no sabíamos cómo estaría de dilatada .
El parto donde estaba Gemma se había estancado, así que avisaría a Sonia, nuestra matrona de reserva, para que viniera.
Yo había encontrado postura en un sofá, de rodillas y apoyada con los brazos contra el respaldo. Las contracciones ya eran más seguidas e intensas. Yo estaba pensando ya en lo bien que estaría con la epidural, incluso lo cómodo de una cesárea… Eran momentos dolorosos, sentía una presión dentro de mí, sentía a Sira abriéndose camino…
Sonia llegó sobre las 5,40h transmitiendo tranquilidad, aunque nosotros no estábamos nerviosos tampoco. Confiabamos en ella, y eso es importante en un parto. Hizo un tacto y dijo que había que ir yendo al hospital. Las contracciones eran bastante seguidas. Me puse un vestido y cuando íbamos a salir noté ganas de ir al baño. La matrona me miró otra vez y Sira ya estaba encajada.
Un par de empujones en el sofá, arrodillada, Sonia guiándome, Jaime sujetándome, apoyada de frente contra el respaldo… y salió su cabeza. Es una sensación única e inigualable. Un empujón más y salió todo su cuerpecito. Ese cuerpecito frágil, caliente, resbaladizo… Ese olor a vida… Estuve muchos días,semanas, reviviendo lo que sentía mientras salía su cabeza, luego su cuerpo… nacía.
Sonia le quitó un par de vueltas de cordón del cuello. Cogí a Sira con mis manos de entre mis piernas y la abracé. No sé en qué momento me había quitado el vestido para estar piel con piel. Jaime nos abrazaba a las dos. Nos quedamos acurrucados en el sofá. Enseguida buscó el pecho. Y luego no había quien la soltara.
Nos quedamos allí un buen rato, un par de horas. Estábamos tan a gusto los tres juntos. Ya no hacía falta ir a ningún hospital. Sonia nos había examinado. Sira estaba perfecta, yo no necesitaba ni un punto, sólo necesitábamos seguir en ese estado indescriptible de éxtasis, de felicidad, de euforia… Intentando asimilar ese momento mágico
Mientras salió la placenta, con calma, y Sonia la puso en un balde. No había prisa en cortar el cordón. Sonia no había traído el equipo para un parto, entre las prisas y que contaba con que fuera acompañamiento en dilatación y al hospital… Pues vino con lo mínimo: guantes, el aparato para escuchar el corazón del bebé… Pero no tenía ni tijeras ni pinza para el cordón… Jaime sugirió coger la pinza de la bolsa de cereales (aún no sé si en serio o en broma).
Al final, como Gemma vivía cerca, Jaime se acercó a su casa para coger su equipo. Ella aún seguía en el otro parto.
Sonia puso la pinza y Jaime cortó el cordón umbilical. Le costó un poco más de lo que pensaba. Dijo que era como cortar un chuletón con las tijeras. Desde luego fue pinzamiento tardío, con todos sus beneficios.
La placenta nos la dejó en la nevera. No sabíamos qué hacer con ella. De momento la envolvimos bien y pusimos una nota con letras mayúsculas: “placenta. No cocinar”. No queríamos que alguien pensara que era hígado y lo preparara para comer. Quizás algún día plantemos algo con ella…
Cuando Sonia se fue estaba todo recogido, como si no hubiera pasado nada. Resultaba increíble pensar que en esa buhardilla, sólo unas horas antes…
Tú estabas estupenda,y yo no tuve ni un rasguño, Quizás los masajes perineales y los ejercicios con el epino que Gemma me recomendó para las últimas semanas ayudaron, o la relajación del parto, o la profesionalidad de Sonia, o la naturaleza…
Nos quedamos en la cama descansando, acurrucaditos los tres. Después, a media mañana, ya avisamos a los abuelos y a su hermano. Que Sira había nacido. Y que podían venir a conocerla… a casa.